martes, 13 de septiembre de 2016

14° Maratón Nacional de Lectura en el Colegio del Salvador

El próximo viernes 16 de septiembre se realizará en todo el país la 14° Maratón Nacional de Lectura. La propuesta para ese día es que nos dediquemos a leer junto con los chicos y disfrutemos de una jornada de lectura y actividades recreativas (para más información ver maraton.leer.org).

Como hace ya varios años, el día de la Maratón cada nivel del Colegio se va a sumar al evento con autonomía y de manera flexible.

Durante la semana y a partir del trabajo en equipo con Aprendizaje-Servicio, se van a implementar dos iniciativas nuevas: un grupo de alumnos del Secundario pasará por algunos cursos realizando narraciones orales para compartir las historias que escribieron en el marco del proyecto “Derecho al Cuento”; además 3° año organizará una campaña de recolección de libros infantiles para el centro Acer-CONIN de Vicente López.

Estamos convencidos que será una jornada muy enriquecedora y significativa para alumnos y docentes. Los saludamos con afecto,

Uriel e Ignacio
Biblioteca Guillermo Furlong


viernes, 19 de agosto de 2016

Listado de mapas disponibles en Biblioteca

Compartimos el listado de materiales cartográficos disponibles en Biblioteca. Esta colección consta de mapas geográficos e históricos. Para acceder, haga click aquí

martes, 3 de mayo de 2016

Día Mundial del Libro: escriben los alumnos (VII)

Historia en la pulpería

Francisco Montesano, 2º B

Era una calurosa noche de verano y estaba con mis amigos tomando ron y sangría bien fría en la pulpería del pueblo. Uno de mis compañeros le pidió una ronda más y yo comencé a contar la historia.

“Esto es real, comencé, y sucedió hace muchos años en Junín, o como lo llaman los indios, Tapalqué. Un chico había desaparecido después de un malón, arrancado de los brazos de sus padres. Estos lo buscaron incansablemente, pero todo fue inútil. No sé por qué, pero esta noticia se difundió rápidamente entre nosotros, los soldados.

Unos cuantos años más tarde, cuando volvía de tierra adentro, encontré a un indio de ojos celestes, que bien podría ser el niño desaparecido. Inmediatamente, lo comuniqué a los que podrían ser sus padres.

No voy a aburrirlos con todos los detalles de cómo lo encontré nuevamente y lo conduje hasta la casa de sus supuestos padres, pero lo importante es que estuvimos todos, sus padres, el indio y yo, delante de la puerta del hogar perdido.

El hombre, trabajado por el desierto y la vida bárbara, miró perplejo la puerta, como sin comprender. No estoy seguro de si entendía algo de nuestra lengua o la desconocía por completo.

Tan veloz como un rayo, el indio gritó y entró corriendo a la casa. Tanto sus padres como yo lo seguimos al instante.

El hombre atravesó el zaguán, los dos largos patios y finalmente entró en la cocina. Allí, metió la mano en la ennegrecida campana y extrajo un pequeño cuchillito que parece había escondido cuando chico.

El indio lo miraba con ojos brillantes, mientras sus padres se abrazaban llorando. Yo, debo admitirlo, me emocioné por la situación y alguna que otra lágrima surgió de mis ojos.

Después de recibir el agradecimiento de sus padres, me retiré de la casa con una extraña sensación de satisfacción que me inundaba.

Tiempo más tarde, me enteré de que el hombre no pudo soportar vivir entre cuatro paredes y un día se escapó de la casa, probablemente hacia su desierto”.

Por unos segundos, la pulpería se sumió en un silencio absoluto. Luego, continué con la historia.

“Yo me pregunto si el hijo perdido renació y murió en aquel éxtasis o si alcanzó a reconocer, siquiera como una criatura o un perro, los padres y la casa”.

Nuevamente en la pulpería no se escuchó sonido alguno. El silencio se prolongó por unos momentos, hasta que el pulpero volvió con dos grandes jarras de ron en las manos y todos comenzamos a bromear y reír.

Día Mundial del Libro: escriben los alumnos (VI)

El renacido

Francisco Piombo, 2º B


Estábamos en Junín, Tapalqué. La familia de Andrés me había invitado a pasear por el desierto. Pasábamos un buen rato, mi mejor amigo, sus padres, y yo, mirando el paisaje de la pampa. De pronto, un malón nos tomó por sorpresa; los indios agarraron a Andrés. Yo intenté retenerlo, pero no tuve la suficiente fuerza, y se lo llevaron. Me sentí tan culpable...y sus padres, también.

Entonces, comenzamos la búsqueda. Empezamos por el desierto, luego por los pueblos más cercanos; sin embargo, no tuvimos éxito.

Pasaron cuarenta años. Sus padres estaban moribundos. Les dije: “No importan las consecuencias, buscaré a Andrés en todas las tribus. Lo voy a encontrar, es una promesa”.

Después de mucho andar, logré hablar con el cacique de una tribu, quien me dijo que algún tiempo atrás, se había ido de la toldería un hombre de cuarenta y seis años, de ojos celestes.

Otro día, conseguí hablar con unos soldados que vigilaban la frontera y me dijeron haberlo visto por unos caminos solitarios, buscando agua.

Lo encontré, no me entendía, tantos años fuera de la civilización no lo dejaban recordar.

Lo guíe hacia la casa donde había vivido, allí estaban sus padres, quienes no llegaron a reconocerlo hasta que Andrés empezó a gritar . Corrió por los dos largos patios, atravesó el zaguán, llegó a la cocina y agarró el cuchillo de mango de asta de la campana, donde lo había escondido poco antes de ser raptado. Todos empezamos a llorar de alegría al ver esta escena.

Luego de una semana de vivir en esa casa, Andrés no aguantó más y volvió al desierto, sin explicación. Nunca lo olvidaré.

Día Mundial del Libro: escriben los alumnos (V)

A dream for freedom

Matías Díaz Cantón, 2º B

Dear diary,

The night is dark, although there are some stars in the sky. For me, it is the darkest night in my life.

My name is Fatena, I’m six years old and I’m the youngest of a Syrian family. I’m from Damascus. Although I’m a kid, my life has never been normal.

Four years ago, an armed conflict began with anti-government protests but the violence went up and the conflict ended up in a civil war. Since then, my life has been miserable. My father has lost his job, I could never attend school as my brothers and sisters did. Sometimes we couldn’t eat food for two days. Instead of music, we listen to the bombs exploding and the guns shooting their bullets. Many of my family members have already died. My father has been trying to resist the idea of leaving Syria. He’s whole life is here but the situation is catastrophic.

Today we are leaving our past behind, hoping there’s a new life for us. I’m terrified. I can hardly breathe. We are heading for Greece. We don’t know if we will make it because we have already heard of many families in the same situation that ended up in a fatal situation.



I have mixed feelings, fear and hope. I can only pray and ask god to please help my family and me. We only dream for freedom and peace.

Día Mundial del Libro: escriben los alumnos (IV)

¿Cautivo?

Juan Cruz Nardín, 2° “B”

Era 1853, vivíamos en las afueras de mi tan preciado Junín, o como los indios le decían, Tapalqué. Era una finca con alrededor de 20.000 vacas en su totalidad, lo cual había sido una parte de la herencia que me había dejado mi querido padre, ya fallecido, y allí, mi marido y yo habíamos estado viviendo desde que nos casamos en el año posterior a su muerte. Aquí también vale la pena agregar que tuvimos a nuestro querido hijo, de grandes ojos celestes al que llamamos Carlitos, quien nos logró llenar el alma de alegría.

Este campo nos ha dado tantas alegrías, como tristezas. Hemos resistido duras sequías, pérdidas de ganado y hasta malones que venían con la intención de arrasar con el lugar. Hace ya un buen tiempo, los indios lograron llevarse a Carlos, y desde entonces hemos estado buscándolo. Pasamos por los lugares menos pensados, atravesando la majestuosa y deprimente pampa, con una profunda llaga de en nuestro corazón. Teníamos la duda de si lo volveríamos a ver alguna vez.

No habíamos tenido ninguna señal de él durante un largo tiempo, hasta que un soldado, que había estado en los puestos de vigilancia, se enteró de nuestra desgracia. Compadecido con nosotros, nos ayudó en la búsqueda, logrando capturar en la pampa a un muchacho de unos 15 años con ojos azules y cabellos rubios, que había estado husmeando cerca del cuartel. Había un gran porcentaje de probabilidades de que él fuera nuestro hijo, lo que abrió una gran esperanza en nuestro corazón.

El soldado nos llevó con él; tenía un aspecto muy sucio y fuerte; si no fuera por sus ojos celestes y los pelos rubios, podría haber sido un indio más. Logramos reconocerlo por una cicatriz que tenía en el hombro, que se había hecho de pequeño con una espina de algarrobo, pero todavía no sabíamos si él nos había logrado reconocer a nosotros. Para confirmar esto, le insistimos a la gente del cuartel para llevarlo a nuestro hogar, para confirmar que era nuestro hijo y nosotros sus padres. Lo llevamos hasta la puerta de la casa: antes de que cruzara toda la casa hasta llegar a su antigua habitación, algo le brilló en los ojos, tal como si hubiera visto al mismísimo diablo. De inmediato, buscó debajo de su catre un riflecito de madera que le había hecho su padre cuando él era muy chico. Ese fue el momento en que nos reconocimos, llorando y llorando los tres a la par, emocionados por este reencuentro feliz. Era uno de esos momentos, que uno sabe que nunca olvidará.

Él todavía hablaba el español, entonces le pudimos entender muy bien su historia. Dijo algo así: “Le había preguntado al Cacique Pincén, por qué yo era alguien al que la tribu trataba de forma diferente al resto. Me ponían una extraña mirada que me hacía sentir que no pertenecía a ese lugar. Hasta que llegó el momento en el que me dijo que yo no era de ahí, que era un blanco que se había unido a ellos de muy chico. Entonces le pregunté cuál era mi lugar natal, y me respondió que aquí era de donde yo provenía. Y bueno, pues aquí me tienen…”

Pasó varios días con nosotros recordando muchas cosas de su niñez, hasta que decidió dejarnos en claro esto: “Madre, Padre, tengo que decirles algo y necesito que respeten mi decisión. Voy a volver con Pincén, porque es lo que siento como mi destino y es adonde realmente pertenezco. Deben tener en claro que cuando me vaya, no me voy a ir para siempre. Tienen que saber que voy a volver”.

Nos dejó un nudo en la garganta, imposible de desatar, lo cual no nos permitió responderle. Nos abrazó y él también lloró a la par de nosotros, pero lo entendimos y lo dejamos ir.

Desapareció en el monte, junto con su caballo dejándonos esa tristeza tan profunda que ya habíamos experimentado antes. Seguimos preguntándonos: ¿Habrá sido cautivo de sí mismo?

martes, 26 de abril de 2016

Día Mundial del Libro: escriben los alumnos (III)

El renacido

Francisco Piombo, 2º B

En algún lugar de Buenos Aires, fui capturado por un grupo de personas con características distintas a las que conocía. Pensé durante mucho tiempo cómo se sentirían mis padres. Los indios me recibieron como si fuera uno de ellos.

Los años pasaban y su cultura pasó a ser la mía; a pesar de ello en un lugar de mí, siempre estaban presentes ellos, mis padres.

Un día, sin saber por qué, una vocecita interior me hizo escapar. Quería encontrar a mis padres.

Deambulé por el desierto no sé cuántos días, hasta que vi en el horizonte una interminable senda que me llevó hacia unos soldados. Se extrañaron al verme desorientado.

Uno de ellos reconoció mis ojos celestes y me condujo hasta la puerta de una casa. En un minuto, atravesaron ese zaguán los recuerdos de mi infancia. Los inmensos patios, el olor del hogar en la cocina, mi viejo perro, los juguetes ordenados en la repisa y debajo de la mesa en un cajón, la prueba de que ahí resonaba la voz que había guardado en mi corazón. El abrazo en el que nos fundimos con mis padres despertó llantos y alegría por el reencuentro.

Los días pasaban; ellos eran felices y yo empecé a escuchar la otra voz. La seguí sin saber hacia dónde me llevaba. Solo sé que sigo recorriendo el desierto tironeado por mis voces.