martes, 26 de abril de 2016

Día Mundial del Libro: escriben los alumnos (III)

El renacido

Francisco Piombo, 2º B

En algún lugar de Buenos Aires, fui capturado por un grupo de personas con características distintas a las que conocía. Pensé durante mucho tiempo cómo se sentirían mis padres. Los indios me recibieron como si fuera uno de ellos.

Los años pasaban y su cultura pasó a ser la mía; a pesar de ello en un lugar de mí, siempre estaban presentes ellos, mis padres.

Un día, sin saber por qué, una vocecita interior me hizo escapar. Quería encontrar a mis padres.

Deambulé por el desierto no sé cuántos días, hasta que vi en el horizonte una interminable senda que me llevó hacia unos soldados. Se extrañaron al verme desorientado.

Uno de ellos reconoció mis ojos celestes y me condujo hasta la puerta de una casa. En un minuto, atravesaron ese zaguán los recuerdos de mi infancia. Los inmensos patios, el olor del hogar en la cocina, mi viejo perro, los juguetes ordenados en la repisa y debajo de la mesa en un cajón, la prueba de que ahí resonaba la voz que había guardado en mi corazón. El abrazo en el que nos fundimos con mis padres despertó llantos y alegría por el reencuentro.

Los días pasaban; ellos eran felices y yo empecé a escuchar la otra voz. La seguí sin saber hacia dónde me llevaba. Solo sé que sigo recorriendo el desierto tironeado por mis voces.

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