martes, 3 de mayo de 2016

Día Mundial del Libro: escriben los alumnos (VI)

El renacido

Francisco Piombo, 2º B


Estábamos en Junín, Tapalqué. La familia de Andrés me había invitado a pasear por el desierto. Pasábamos un buen rato, mi mejor amigo, sus padres, y yo, mirando el paisaje de la pampa. De pronto, un malón nos tomó por sorpresa; los indios agarraron a Andrés. Yo intenté retenerlo, pero no tuve la suficiente fuerza, y se lo llevaron. Me sentí tan culpable...y sus padres, también.

Entonces, comenzamos la búsqueda. Empezamos por el desierto, luego por los pueblos más cercanos; sin embargo, no tuvimos éxito.

Pasaron cuarenta años. Sus padres estaban moribundos. Les dije: “No importan las consecuencias, buscaré a Andrés en todas las tribus. Lo voy a encontrar, es una promesa”.

Después de mucho andar, logré hablar con el cacique de una tribu, quien me dijo que algún tiempo atrás, se había ido de la toldería un hombre de cuarenta y seis años, de ojos celestes.

Otro día, conseguí hablar con unos soldados que vigilaban la frontera y me dijeron haberlo visto por unos caminos solitarios, buscando agua.

Lo encontré, no me entendía, tantos años fuera de la civilización no lo dejaban recordar.

Lo guíe hacia la casa donde había vivido, allí estaban sus padres, quienes no llegaron a reconocerlo hasta que Andrés empezó a gritar . Corrió por los dos largos patios, atravesó el zaguán, llegó a la cocina y agarró el cuchillo de mango de asta de la campana, donde lo había escondido poco antes de ser raptado. Todos empezamos a llorar de alegría al ver esta escena.

Luego de una semana de vivir en esa casa, Andrés no aguantó más y volvió al desierto, sin explicación. Nunca lo olvidaré.

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